domingo, 12 de marzo de 2017

Hay un gato en el sillón

Hay un gato pequeño durmiendo sobre la almohada del sillón, desconocido para mí, habrá entrado por la ventana, no sé. Ahí está, lo más tranquilo el tipo, duerme cómodo, como si siempre lo hubiese hecho allí. Estoy parado frente a él, no se ha percatado de mi presencia, mejor dicho, seguro que sabe que estoy aquí pero ya intuyó que soy completamente inofensivo para él. Su pecho sube y baja al ritmo de la respiración. Parece ser uno de esos de la calle, está un poco sucio y tiene el pelo desprolijo, es como una estrella de rock borracha pos recital  acostado en mi sillón. Aun así, conserva ese encanto particular que tienen los gatos. No es que sea fan de ellos, pero debo admitir que en cierto sentido son cautivadores. No soy de esas personas a las que les gusta tener animales en su casa, trabajo todo el día y no puedo prestarles atención, aunque los gatos son muy independientes y tranquilamente pueden arreglárselas solos.
Duerme plácidamente, sucio,  desprolijo y tranquilo. En mi sillón. Parado ante esta placida imagen me convenzo  de que ha sido parte de esta casa desde siempre. Es que esa comoda almohada parece haber sido hecha a su medida y estoy seguro que si despertara haría suyo el resto de los ambientes y yo terminaría pidiendo permiso para hacer uso de mis cosas, estoy muy seguro de eso.
Despierta mansamente, me mira con despreocupación,parece preguntarme que hago acá parado mirándolo, se relame lentamente. Debe tener hambre. Seguro que en la cocina tengo algo de comida para él y para mí, también yo comería algo.

Ahí vamos, los dos a la par, uno a al lado del otro a ver que podemos comer.
Está bien sentirse acompañado.