lunes, 22 de mayo de 2017

En casa  viven dos gatos. Uno de ellos, (Coco, el mayor), es un tipo muy serio y atinado, asunto que no le quita para nada lo curioso.  Hoy lo vi, en un momento que pasé por el pasillo, mirando concentradamente como el lavarropa cumplía con su función. Se ve que le llamó la atención las vueltas del tambor y el hecho de que al igual que las personas  andan mal de los meniscos  y crujen el lavarropas anda mal de rulemanes y mete ruido. Me hizo acordar a algo acontecido hace unos años, unos cuantos ya, hacía poco que había llegado a La Plata para estudiar en la universidad y un fin de semana viajé a Tandil para  visitar  a mi abuela. Al lado de la casa de mi abuela, en el mismo terreno sobre un garaje vivía mi bisabuela María, Asturiana de nacimiento y con una impronta personal que se las traía, hacía poco que entre sus modestas propiedades figuraba un lavarropas automático de la marca aquella que tiene nombre de vaca. Dicho aparato tenía destinado un  lugar en el lavadero debajo del departamento. Ahí estaba el aparato contra la pared y ahí la encontré a mi bisabuela sentada en una banqueta enfrente al mismo. _ ¿eh bisa que hacés? Le pregunté, _ Aquí me ves, observando el bendito aparato, ¡válgame dios si llegara a pasar algo!   No se muy bien en su imaginario cuales podría ser las consecuencias de no vigilar el cumplimiento del ciclo completo del lavarropas, pero la cuestión es que ella lo usaba en el programa más largo que duraba como dos horas y ahí enfrente se pasaba ese tiempo, por las dudas.