lunes, 22 de mayo de 2017

En casa  viven dos gatos. Uno de ellos, (Coco, el mayor), es un tipo muy serio y atinado, asunto que no le quita para nada lo curioso.  Hoy lo vi, en un momento que pasé por el pasillo, mirando concentradamente como el lavarropa cumplía con su función. Se ve que le llamó la atención las vueltas del tambor y el hecho de que al igual que las personas  andan mal de los meniscos  y crujen el lavarropas anda mal de rulemanes y mete ruido. Me hizo acordar a algo acontecido hace unos años, unos cuantos ya, hacía poco que había llegado a La Plata para estudiar en la universidad y un fin de semana viajé a Tandil para  visitar  a mi abuela. Al lado de la casa de mi abuela, en el mismo terreno sobre un garaje vivía mi bisabuela María, Asturiana de nacimiento y con una impronta personal que se las traía, hacía poco que entre sus modestas propiedades figuraba un lavarropas automático de la marca aquella que tiene nombre de vaca. Dicho aparato tenía destinado un  lugar en el lavadero debajo del departamento. Ahí estaba el aparato contra la pared y ahí la encontré a mi bisabuela sentada en una banqueta enfrente al mismo. _ ¿eh bisa que hacés? Le pregunté, _ Aquí me ves, observando el bendito aparato, ¡válgame dios si llegara a pasar algo!   No se muy bien en su imaginario cuales podría ser las consecuencias de no vigilar el cumplimiento del ciclo completo del lavarropas, pero la cuestión es que ella lo usaba en el programa más largo que duraba como dos horas y ahí enfrente se pasaba ese tiempo, por las dudas. 

domingo, 16 de abril de 2017

La pared


La pared se elevaba unos tres metros sobre la vereda, una perfecta continuación plana, extensa, perfecta para apoyarse a esperar nada, conversar. El método era sencillo, llegar hasta ahí, apoyarse de espalda a la pared, por supuesto, doblar una pierna hacia atrás, podía ser una o la otra esto a gusto del doblador, descansando el pie sobre el muro. A partir de ahí se daban generalmente dos o tres situaciones que casi siempre eran las mismas. Se podía llegar solo, seguir el método antes indicado, luego ponerse a observar la gente pasar esperando que algún conocido se acercara y comenzar una conversación sobre bueyes perdidos (temas transcendentales). Otra manera era llegar ya acompañado y cual perros que buscan donde orinar, buscar un lugar donde apoyarse. Generalmente no eran más de tres o cuatro a la vez los que hacían uso del espacio, no porque el grupo no contase con más miembros, si no, simplemente que se alternaban. Había uno, llegaban dos, se iba uno, llegaban tres, y así.
El único problema o inconveniente relacionado con tan estratégico lugar era el dueño de la casa a la que la pared protegía  del afuera. El viejo Filomón. En el barrio decían que había quedado viudo hacia unos veinte años, un viejo operario de aduana ya jubilado que no tenía hijos. Las malas lenguas contaban que su esposa lo había soportado durante años y que seguramente por eso falleció primero, aunque ella tampoco era una dulzura de persona. El viejo Filomón vivía solo y a pesar de sus casi ochenta años aún podía salir al patio y ahuyentar con un palo o a los gritos a los que osaban descansar sobre su pared alterando aún más su podrido humor. Así desde  años atrás. El viejo hacía medio siglo que vivía en aquella casa que es lo mismo decir desde siempre y desde que se recordaba tenía ese carácter amargo tan característico.
Años atrás con el que más problemas o bronca se tenían era con Carlos, un asunto recíproco. Convengamos que Carlos era muy osado, siempre quería ir el cuando la pelota iba aparar al patio del viejo desde el solar contiguo a la casa, porque si, además del uso del muro el solar donde se jugaba al fútbol quedaba contiguo al lateral de la vivienda. Un motivo más de queja para Filomón. Se jugaba siempre a todo o nada, entonces no era muy raro que la pelota fuese a parar al patio de la casa cada dos por tres. Carlos y el viejo habían tenido varias peleas entre ellos. Con el paso del tiempo, Carlos se fue alejando del barrio lo que no significaba el fin del odio. Este alejarse se debía a que el era un poco más grande que todos en edad y había conseguido trabajo supuestamente en otro lado más alejado de su habitual barrio, aunque sentía una deuda con todos los demás, sobre todo luego que en un acto de rebeldía absurda rompió todos los vidrios de la casa provocando ya una ira loca y sin control en el viejo Filomón. Entonces el anciano añadió a su palo para ahuyentar una honda y hasta piedras del tamaño de un puño para ser utilizadas en su cometido, se vislumbraba ya un estado de enajenación sin control. Por cierto que la actitud de Carlos no se comprendió nunca, romper todos los vidrios, suficientes eran la peleas diarias por la pared o la pelota, el nunca pudo redimirse con los del barrio, pedir disculpas, a una situación de ingenuo enfado y no dar explicaciones le siguió que dejamos de verlo con asiduidad. Tal fue causal de este distanciamiento que comenzó a juntarse con otra gente de la que no se tenía mayores precisiones, así hasta que llegó la noticia de su muerte por un disparo en circunstancias poco claras.
El viejo desde entonces fue una furia, nada más bastaba que alguien se acercara a la pared con su grupo de amigos para que al rato comenzaran las andanadas de insultos, amenazas y agresiones varias. Aún así la pared seguía siendo un punto de reunión.
Hasta el día en que el viejo fue más lejos; solo basto que escuchara ruido fuera de su propiedad para que saliera con una escopeta que nadie sabía el tuviese guardada. Se acercó sigilosamente, quien sabe con que fin. Del otro lado los muchachos con los pies apoyados en su pared conversaban con animosidad. Cualquiera que pudiese haber visto a Filomón en ese momento dijese que iba dispuesto a todo, a matar sin remordimientos. Avanzaba por el patio con el mayor de los cuidados para no ser oído, tenía el plan completamente estudiado con frialdad y precisión. La tarima fabricada con viejos cajones de madera, una mesa en desuso y bloques de cemento, la había ido construyendo días atrás a la espera del momento apropiado para poder usarla. Estando encima daba la altura necesaria para sobrepasar la pared y de esta manera dominar el campo enemigo y a este, que tenía la valentía de invadir su frontera. Comenzó a subir lo más silencioso posible, paso a paso, tratando de no alertar a sus contrincantes. Subía con dificultad pero con la tozudez del rencoroso. Anochecía, una diminuta luz que se colaba quien sabe por donde provocaba un reflejo fantasmal en la escopeta del 20. La sujetaba, gracias a esa nutrida rabia, con fuerza. Estaba decidido al todo o nada. De pronto algo sujeto su pie, no le permitió dar el siguiente paso. Los muchachos del otro lado oyeron un ruido sordo y nada más. El viejo sujeto del pie de pronto se vio levantado por sobre su altura cabeza abajo. La escopeta se le escapó de las manos y fue a dar entre las plantas colocadas en línea paralelas a la pared. En un abrir y cerrar de ojos estaba a veinte metros sobre el suelo. Una sensación de  terror asfixiante ganó espacio dentro de su maltrecho cuerpo y lo hizo orinarse encima, pero como estaba cabeza abajo esa orina se coló por todos lados logrando mojarle asquerosamente la cara. Con todas sus fuerzas intentaba mirar para arriba tratando de adivinar que era lo que lo alzaba cabeza abajo cada vez más alto sin parar. No lograba ver nada. Cada vez el suelo se alejaba más, ya no podía distinguir el techo de su casa. En un momento en que todo quedó en  suspensión dejó de subir, toda gravidez desapareció y una tensa calma invadió el ambiente. Durante esa fracción de segundos en que duró la calma, miles de imágenes pasaron por la mente de Filomón, imágenes confusas, imágenes que el propio medio había convertido en condenatorias de su accionar. El miedo no es tonto. Así, sin más, de un momento a otro comenzó a caer a una velocidad inusitada, ya nada lo sostenía cabeza abajo por los pies. Vio acercarse espantosamente el suelo sin poder hacer nada. Aterrorizado, con el rostro desdibujado por el miedo, se estrelló contra el piso. No murió, quedó consiente, un dolor inmenso, más allá de lo imaginable se apoderó de el, no podía moverse. Aún así algo volvió a sujetarlo por los pies, pero esta vez no lo levantó si no que comenzó a arrastrarlo a través de los cardos, yuyos y espinas que habían poblado el viejo solar que continuaba sin ningún tipo de construcción. En la caída no se dio cuenta a que lugar fueron a parar sus maltrechos huesos. En el viejo terreno ya nadie jugaba y los pastizales, cardos y espinas habían logrado invadir el lugar. Estaba siendo arrastrado violentamente, su piel herida de una forma que lo hacía gemir de dolor.
Abandonado imprevistamente en medio del solar, antes que la oscuridad de la inconsciencia lo ganara , creyó ver en medio del delirio por el dolor la figura de Carlos que se alejaba, luego el negro lo fue todo.
Cuando despertó, el sol ya estaba más allá del amanecer, pensó en una mala noche de pesadillas y sueños raros. Intentó moverse pero un inconmensurable dolor agudo recorrió de punta a punta su cuerpo, incorporándose a duras penas logró ver la infinidad de laceraciones, algunas realmente preocupantes por su profundidad, sobre su piel y músculos. El dolor e inmovilidad lo acompañarían por un tiempo mas que extenso.
En el barrio se comentó en su momento sobre la sorpresiva desaparición del viejo. Lograba verse alguna que otra luz encendida en la casa pero del viejo ni noticias. Nadie intentó indagar más allá.
Los muchachos del barrio no tuvieron nunca más inconveniente de hacer uso de la pared.

domingo, 12 de marzo de 2017

Hay un gato en el sillón

Hay un gato pequeño durmiendo sobre la almohada del sillón, desconocido para mí, habrá entrado por la ventana, no sé. Ahí está, lo más tranquilo el tipo, duerme cómodo, como si siempre lo hubiese hecho allí. Estoy parado frente a él, no se ha percatado de mi presencia, mejor dicho, seguro que sabe que estoy aquí pero ya intuyó que soy completamente inofensivo para él. Su pecho sube y baja al ritmo de la respiración. Parece ser uno de esos de la calle, está un poco sucio y tiene el pelo desprolijo, es como una estrella de rock borracha pos recital  acostado en mi sillón. Aun así, conserva ese encanto particular que tienen los gatos. No es que sea fan de ellos, pero debo admitir que en cierto sentido son cautivadores. No soy de esas personas a las que les gusta tener animales en su casa, trabajo todo el día y no puedo prestarles atención, aunque los gatos son muy independientes y tranquilamente pueden arreglárselas solos.
Duerme plácidamente, sucio,  desprolijo y tranquilo. En mi sillón. Parado ante esta placida imagen me convenzo  de que ha sido parte de esta casa desde siempre. Es que esa comoda almohada parece haber sido hecha a su medida y estoy seguro que si despertara haría suyo el resto de los ambientes y yo terminaría pidiendo permiso para hacer uso de mis cosas, estoy muy seguro de eso.
Despierta mansamente, me mira con despreocupación,parece preguntarme que hago acá parado mirándolo, se relame lentamente. Debe tener hambre. Seguro que en la cocina tengo algo de comida para él y para mí, también yo comería algo.

Ahí vamos, los dos a la par, uno a al lado del otro a ver que podemos comer.
Está bien sentirse acompañado.

sábado, 11 de febrero de 2017

El emperador del conocimiento

En la búsqueda del saber absoluto muchos habían sido los caminos recorridos por el sapiente Brain. Todos ellos lograron llevarlo, a costa de malas y buenas experiencias, siempre  enriquecedoras, a acumular un conocimiento digno de admiración y respeto. Sin embargo, reiteradas veces, por donde pasaba, escuchó hablar del sabio máximo validador de todos los conocimientos del mundo. El mismo, decían, vivía en la cima de una inmensa montaña en un sitio muy remoto. Generalmente estos personajes son así, excéntricos, alejados de todo e inclinados a escoger como morada lugares  tan peculiares. Contaban que este ser era el único con la capacidad suficiente, heredada generación tras generación a través de milenios, como para otorgar validez a los conocimientos de aquellos que se atrevían a llamarse sabios.  Su juicio era ley y su decisión  podía catapultar al reconocimiento absoluto o al más mísero de los anonimatos. Contaban de él que en un solo ser habitaban todos los seres del mundo.
Brain consiguió mucho tiempo después, y luego de un arduo viaje, llegar hasta el pie de la gran montaña. Con gran esfuerzo comenzó a ascender. Necesitaba la aprobación del gran sabio. Era eso o la nada absoluta, volver al llano con la sensación de que, de  un solo zarpazo, le hubiesen borrado el disco rígido en donde acumulaba todos sus saberes. El conocimiento sin aprobación no es nada, se vuelve polvo en el viento. Hasta un superviviente en medio del desierto expone sus ideas salvadoras  ante la naturaleza que trata de doblegarlo. Las personas de distintos sitios se referían a este inconmensurable sabio como el punto más alto en la montaña del saber.
A medida que ascendía, la mente de Brain se iba llenando de dudas, ¿serían sus saberes suficientes como para pasar la prueba?, ¿qué preguntas se le formularían?, ¿sería lógica, filosofía? Pequeñas gotas de sudor corrían por su frente. Las presuposiciones se sucedían una tras otra, creía que iba a enloquecer. Cada día de los cinco que tardó en subir, se hacía más intenso y difícil. Muchas veces estuvo muy cerca de renunciar, pero la idea de  llegar a ser evaluado por tan ilustre ser podía más que cualquier contrariedad. Quizás el sabio tenía barba blanca y larga y, mientras hablaba pausadamente, con una mano acariciaría su barba y lo miraría fijamente con gesto adusto. Quizás…
Cada vez el camino se iba haciendo más estrecho, la montaña se afinaba, Brain intuía el final de su recorrido. Indudablemente la cima estaba cerca. Cinco días  subiendo y toda una vida dedicada al estudio y al fin iba a tener una revelación. Llegó hasta arriba de la enorme mole y se encontró con una roca que sobrepasaba en unos cinco metros la cumbre, no tardó mucho en darle una vuelta completa. Estaba en la cima y no había nada ni nadie. Se sintió desanimado, a duras penas pudo inclinarse y se sentó sobre un pequeño montículo frente a la roca. Su fuerza se había desvanecido, tenía el  aspecto de una persona agotada física y mentalmente. Miró la roca. El sol formaba un tenue contraste jugando con la forma de la roca y el horizonte. Creyó ver un movimiento. Entonces observó con más detenimiento. Quedó absorto, sin palabras. Una sensación de asombro lo invadió completamente y se sintió diminuto, nadie. Encima de la roca se recortaba la figura esbelta de un hermoso gato Mau Egipcio. Era impactante e intimidaba. Intentó hablar, decir para qué había llegado hasta allí, pero no pudo, algo se lo impidió, esa figura dominaba cualquier movimiento a futuro. El espectacular gato miraba con espléndida magnificencia, como un verdadero monarca, a lo lejos, sin hacer contacto visual. Cualquiera que contemplase esta escena podría haber identificado entre esos dos seres, sin dudarlo, al amo y señor de todo. El gran Mau Egipcio se quedó unos minutos allí, disfrutando de sus dominios. Luego, con un gesto imperial cargado de despectiva excelsitud, dio media vuelta y se fue.

lunes, 31 de octubre de 2016

Se quitó la remera a oscuras en su cuarto y alcanzó a ver los pequeños relámpagos que se desprendían de la misma. Al otro día se levantó con el propósito de averiguar que era aquello. No tardó mucho en llegar a todo un compendio sobre electricidad estática que cautivo su atención por el resto de su vida. Sin pérdida de tiempo contactó con uno, dos, veinte y así miles de personas que les pasaba lo mismo. Con el correr del tiempo llegaron a la conclusión, reunidos en un plenario, de que podían paliar gran parte del déficit de energía mundial, fundaron una asociación a la  que acertadamente llamaron SPEE Sociedad Productores Electricidad Estática. Según sus cálculos se necesitan cien mil personas para producir durante dos horas la electricidad suficiente como para cargar diez celulares. Es así que día a día se reúnen diferentes grupos de personas en el predio abandonado del ferrocarril y durante dos horas se sacan y ponen sus remeras y se frotan entre ellos, de cada remera salen unos delgados filamentos conectados a una gran batería. Dicen que además de ser algo ecológico, el tema de juntarse, hacen mucho ejercicio. Los diez afortunados que cargan sus celulares ese día son sorteados ante escribano público. 

viernes, 21 de octubre de 2016

Cada tanto me sale desarmar por completo este microcosmos  en el que estoy inmerso. Constituye mi mundo en una relación fractal imperfecta con el que esta alrededor, más allá de lo comprensible, imperfecta porque acá nada es simetrico, aun asi se parecen con el otro que todo lo abarca. Decía, de vez en cuando este micromundo-mundo compartido y mio es puesto de cabeza por mi persona. Pongo las piezas a la vista y lo vuelvo a armar con la urgencia de un loco ansioso desesperado por culminar su trabajo, y así queda. Unas veces sobran piezas, otras veces faltan, algunas de ellas quiza sin tanto valor; en algunas oportunidades ni siquiera coinciden entre ellas, tambíen sucede que se agregan partes que nunca antes había visto. Así y todo, de esta manera armado, arranca, siempre está en movimiento, adquiere velocidad suficiente y no para. Funciona de esta manera hasta la proxima  vez en que se me ocurra patear el tablero o desarmarlo.


martes, 27 de septiembre de 2016

La canción

Ahí estaba el viejo en medio del taller silbando la canción de Gabi Ferro, tantas veces que me había dicho de todo por lo que yo escuchaba, -apaga eso vociferaba con vehemencia-,sin embargo ahí estaba, lijando una puerta y silbando.

Viejo puto pienso para mis adentros, pero parece que esa oración cobra fuerza y llega a oídos de él. Se viene el viejo como una tromba para donde estoy, quedo helado. Alza la mano, no tiendo a hacer nada, me señala el panel y dice con su voz de lija, -alcanzame la garlopa nene-, se la doy rápido, con un ademan que me salve del sopapo seguro. Ahí vuelve a su tarea silbando nuevamente la canción, en su rostro se dibuja  un gesto de picardía maleva . Viejo puto.